Presidenta del Consejo de Salud Comunitaria de la SAM
Los equipos de salud podemos comenzar cambios que vayan transformando la sociedad. Nos hemos formado en las ciencias médicas con la convicción de que el saber y el poder transitan por distintas dimensiones, sin darnos cuenta de que este es un error que arrastramos desde hace siglos y que tiene consecuencias negativas.
En este sentido, Foucault afirmaba que: “Occidente está dominado por el gran mito de que la verdad nunca pertenece al poder político, de que el poder político es ciego. […] Con Platón se inició un gran mito occidental: lo que de antinómico tiene la relación entre el poder y el saber. [Pensamos que] si se posee el saber es preciso renunciar al poder; allí donde están el saber y [que en] la ciencia en su pura verdad jamás puede haber poder político. Hay que acabar con ese gran mito. […] detrás de todo saber o conocimiento lo que está en juego es una lucha de poder. El poder político no está ausente del saber, por el contrario, está tramado con este (1)”.
¿Por qué urge develar el vínculo constitutivo entre el poder y el saber?
Tomemos como ejemplo lo sucedido en la pandemia por covid-19. Todos los estudios realizados muestran una distribución que no fue homogénea ni azarosa en las 15.000.000 de personas fallecidas y los otros miles de millones que quedaron con secuelas físicas (2). La covid-19 no afectó de la misma manera a las personas ricas que a las pobres, a las mujeres que a los varones, a los indígenas o a las personas trans. A pesar de que conocemos muy bien, y desde hace mucho tiempo, el impacto de los determinantes sociales de morbimortalidad, no nos hemos detenido a pensar cuál es el vínculo entre el impacto de los determinantes y nuestra reticencia a visibilizar la dimensión política de la ciencia.
Tomemos
otro ejemplo que también pone en evidencia la distribución del
poder y su impacto sobre la salud. Veamos algunos de los vínculos
entre el poder y el desarrollo de las vacunas para prevenir la
covid-19. Todos los desarrollos científicos vinculados a las nuevas
vacunas se realizaron en tan cortos períodos gracias al apoyo de
distintos Estados. Sin embargo, ninguna de estas empresas renunció a
cobrar por las patentes a pesar de las demandas de numerosos Estados
y de la OMS para que lo hicieran.
Finalmente, las ganancias
millonarias que obtuvieron los laboratorios que estuvieron en
condiciones de desarrollar vacunas, gracias al apoyo de los Estados,
fortalecieron sus capacidades oligopólicas y así su poder se vio
multiplicado. Fruto de estas y otras razones, la distribución
mundial de las vacunas sigue reproduciendo su lógica desigual.
¿Se dan cuenta de por qué urge develar el vínculo constitutivo entre el poder y el saber?
Porque hasta que no se reconozca la relación entre la ciencia y el poder, entre el saber y la política, cada nuevo avance añadirá un escalón a la pirámide de la desigualdad. La insistencia en hacer ciencia por fuera de la política y en circunscribir las discusiones científicas a sus aspectos técnicos constituye en sí misma una posición ideológica de la disputa política, con tanta más potencia por oculta, pues desacredita toda posible discusión al respecto por improcedente (3).
Decir que la ciencia es neutra, en una majestuosa estrategia de disimulo, oculta las estrategias del poder que definen los qué, los cómo y los para quiénes de la ciencia. De esta manera, se invalida cualquier acción de resistencia tachándola de inadecuada, inapropiada o anticientífica, por lo cual genera desprestigio y, de esa manera, no hace más que jugar a favor de los poderes que siguen actuando sin reparo para incrementar su influencia en desmedro de las poblaciones. La ciencia no es ajena al poder, la ciencia es política, y ocultar su génesis política es en sí mismo un acto político.
A mediados de 1800, Nietzsche afirmaba que la construcción del saber tiene como finalidad: […] construir un orden piramidal según castas y grados, crear un mundo nuevo de leyes, de privilegios, de subordinaciones, de delimitaciones […] (4). Debemos develar hasta qué punto el conocimiento se puede convertir en un instrumento de poder de intereses sectoriales, coyunturales o ideológicos, de grupos para los cuales el conocimiento científico y técnico sirve de argumento para enmascarar sus propios intereses. Hay tanta evidencia al respecto que negarlo linda con la negligencia (5-7). Los trabajadores de la salud debemos identificar las estrategias de construcción de poder que atraviesan nuestras prácticas.
Comenzando un año electoral, y en medio de disputas políticas de baja calidad, ya no podemos darnos el lujo de seguir desestimando nuestro papel, tenemos que asumir la responsabilidad de identificar nuestro rol como grupo privilegiado. La salud es un problema social y como tal no se puede abordar dejando de lado la dimensión de la acción política. Mientras los movimientos de mujeres, de homosexuales, de jóvenes, de personas negras y de indígenas siguen desafiando las relaciones de poder desde su lugar de subordinación, las personas que nos dedicamos a las ciencias deberíamos aprender de ellas y ponernos a su disposición. Todavía podemos ser parte de una praxis histórica que transforme al mundo transformándonos a nosotros en actores sociales. Sólo lo podremos hacer si somos conscientes de nuestro poder y de nuestros devenires (8). O de lo contrario seguiremos construyendo ciencias funcionales a los poderes de turno.
Si no asumimos nuestro rol, por lo menos hagámoslo conscientes de que estamos reproduciendo infiernos que no nos son ajenos. Ítalo Calvino lo sabía cuando afirmaba que: El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio (9).
Referencias bibliográficas:
Foucault M. La verdad y las formas jurídicas. Editorial Gedisa. España. 2011. pp. 61
Explore the global data on confirmed COVID-19 cases. Our World in Data. Disponible en: https://ourworldindata.org/covid-cases
Bourdieu P. Cosas dichas. Gedisa, Barcelona, 1996
Nietzsche F. Sobre la verdad y mentira en sentido extramoral. 1966. Disponible en: www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.
Thompson A. Think Tanks en Argentina. Conocimiento, instituciones y política. Centro de Estudios de Estado y Sociedad, Buenos Aires. 1994
Heredia M. Reformas estructurales y renovación de las élites económicas en Argentina: estudio de los portavoces de la tierra y del capital. Instituto de Investigaciones Sociales. En: Revista Mexicana de Sociología 2003;65(1):77-115
Strauss L. Una aproximación teórica al abordaje de las usinas ideológicas liberales en Argentina. X Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación. 2006. Disponible en: http://redcomunicacion.blogspot.com.ar [Último acceso: 15 de noviembre de 2010.]
Castoriadis C. La institución imaginaria de la sociedad. Buenos Aires: Tusquets Editores. 2007
Calvino I. Ciudades invisible.